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En cárceles de BC, 90% de las presas detenidas por transportar drogas

Las llaman mulas y las contactan mediante anuncios clasificados que prometen 500 dólares a la semana.

Antonio Heras, corresponsal

Publicado: 28/12/2009 09:48
Mexicali, BC. Aunque es una de las ciudades de México con los menores índices de desempleo, Mexicali es el lindero norte donde se contrata el mayor número de jóvenes, principalmente mujeres, para cruzar por los puertos fronterizos diversos cargamentos de droga.

En los Centros de Readaptación Social de Baja California, el 90 por ciento de las mujeres purgan condenas por delitos contra la salud en la modalidad de transporte.

Conocidas como mulas, la mayoría son originarias de otras entidades del país pero detenidas en el aeropuerto, en las centrales camioneras o en los puntos de revisión carretera que existen en esta frontera.

Los contactan a través del anuncio clasificado de los periódicos de mayor circulación: “¿Necesitas empleo? ¿Tienes visa y pasaporte para cruzar a Estados Unidos? 500 dólares por semana”.

Se trata de hacer una hora de fila para llegar a Calexico, California. Mostrar serenidad y documentos migratorios de quienes residen en esta ciudad fronteriza, donde existe una relación comercial, familiar, histórica y social, pese al endurecimiento de la política estadunidense a partir de la instalación del Operativo Guardián que instrumentó la Patrulla Fronteriza en 1994.

Van solos, tratando de controlar los nervios, más aun cuando aparecen los agentes aduanales y los de la Patrulla Fronteriza en compañía de perros deseosos de detectar algún cargamento de estupefacientes.

En su soledad, acaso, piensan en los 500 dólares que obtendrán de ganancia, tal y como se los prometieron cuando los contrataron.

En el trasiego de droga no existen estadísticas precisas sobre los movimientos, cantidades y vehículos que se emplean en esa actividad, toda vez que las cifras se refieren exclusivamente a los decomisos realizados por corporaciones policiales en las Garitas Internacionales entre México y Estados Unidos.

Jóvenes residentes en esta frontera forman parte de las cifras negras de tráfico de droga más allá de la frontera pero también juegan a la ruleta, sin saberlo, porque pueden llevar cargamentos de sacrificio.

Y ese es el paso directo para la cárcel, aunque la mayoría saben lo que es la vida “en cana” (prisión) y que no pueden dar información sobre sus contratantes porque va de por medio la tranquilidad y la integridad de la familia.

La operación

Blanco, ojos castaños, joven y deportista encontró en el anuncio clasificado del periódico una oportunidad de trabajo que creyó inigualable, más aún en tiempo de crisis. Marcó desde su teléfono celular y en la tercer repiqueteo encontró una voz de hombre que lo citó para el día siguiente en la cafetería de un establecimiento comercial de Mexicali.

Cuando llegó, coincidió con una mujer que fue atendida primero. Después entregó una solicitud de empleo, con sus datos personales y referencias, así como el salario deseado, para escuchar la oferta de trabajo: “Se trata de ir a recoger carros al otro lado. Es un negocio de compraventa de carros donde podrás obtener 200 dólares por semana”.

Aunque no era la original, la oferta de trabajo era atractiva, pero se atrevió a preguntar. La respuesta enfática: “Eso es otra cosa y puedes llegar a ganar no 500, sino hasta mil dólares, eso depende de ti”.

La oferta consistía en cruzar carros por la Garita Internacional en donde tienen “gente de confianza” para alertarlos sobre las puertas de acceso que deben utilizarse y los horarios acordados. Pidió tiempo, se lo dieron y al ver que no aceptarían le advirtieron telefónicamente que olvidara la propuesta porque contaban con su domicilio, el nombre de sus padres y personas cercanas.

Al verse presionada por las deudas, la falta de empleo y una boca que mantener, Celia decidió aventurarse a aceptar la oferta. Lo hizo una vez, una segunda hasta que llegó la tercera.

La arrestaron en el puerto fronterizo Mexicali-Calexico con 300 kilogramos de mariguana en un compartimiento oculto en la carrocería del auto que conducía durante esa mañana. Pensó en gritar que la droga no era suya y que le habían tendido una trampa, pero se acordó de su hija y la amenaza de sus contratantes.

Celia se enteró después que desde un estacionamiento fronterizo eran vigiladas sus incursiones en el mundo del transporte de droga y que ese día su carro era el blanco de la inspección para permitir el ingreso de otros cargamentos de narcóticos mejor valuados que el suyo.

Enfrentó a una corte federal, a sus 33 años de edad, con una fortaleza en la amabilidad y una sonrisa que relucía a la menor provocación. Fue sentenciada y estuvo presa por cerca de cinco años, primero en San Diego y luego la trasladaron más al norte de Estados Unidos.

Cuando regresó a la colonia Baja California de Mexicali, su hija ya estudiaba en una escuela primaria de la zona, buscó infructuosamente regresar a su trabajo como mesera de una cafetería y decidió enfilar sus pasos hacia La Chinesca o El Tango (una derivación del down town), como se le dice coloquialmente a la zona de tugurios de esta ciudad para obtener recursos para sobrevivir la frontera.

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