www.enet.gr/?i=news.el.article&id=40362&ref=search
La crisis que México vive hoy es más de credibilidad institucional que de salud. Habituado a que sus autoridades practiquen cotidianamente la mentira y la manipulación (el presidente formal del país, Felipe Calderón, sigue siendo acusado de haber llegado al poder mediante fraude electoral), hundido en el horror de una muy discutible "guerra contra el narcotráfico" que ha provocado más de once mil muertes, y atenazado por la catástrofe económica globalizada, México asume a medias el discurso de pánico que su gobierno nacional ha impuesto. Por un lado hay una masa social acrítica que cumple mecánicamente las medidas de prevención que ha implantado el gobierno. Por otro hay segmentos sociales que consideran que el virus y la epidemia de la influenza porcina (luego AH1N1, ahora humano), han sido aprovechados por la administración de Calderón para tratar de evitar una muy anunciada derrota en las elecciones de julio próximo que renovarán una de las cámaras del poder legislativo y varias gubernaturas estatales y para consolidar un estado militarizado de excepción que le permita sortear los crecientes retos de la oposición institucional de izquierda (que ha planteado la necesidad de que su mandato sea revocado) y los aires de rebelión social que el año venidero tendrán una histórica cita de calendario (en 1810 se inició la guerra para independizarse de España y en 1910 la Revolución Mexicana).
La desconfianza de una parte de los ciudadanos proviene no solamente de experiencia sino de la opacidad y mal manejo que el gobierno ha hecho del actual episodio sanitario. Los funcionarios públicos han hecho bajar el número de muertes por la influenza mutante a ocho (al jueves 30 de abril) a pesar de que antes habían hablado de más de centenar y medio y se han negado a aportar datos socioeconómicos y médicos sobre los difuntos. Igual subibaja altamente sospechoso se ha visto en cuanto al material que se comprará (vacunas y antivirales), la cantidad de dinero público que se gastará y el daño económico que finalmente quedará. Un temor extendido es que el gobierno calderonista esté inflando el tamaño del problema médico para justificar el uso de los préstamos externos contratados para enfrentar la crisis económica (que según la justificación original servirían más como "blindaje", pues difícilmente se estaría en la necesidad de ejercerlos), más los específicamente firmados para atender el rubro de la influenza. Los mexicanos saben que el pastel del dinero público siempre ha ido a parar a los bolsillos de los políticos al mando, y en este caso se estima además el riesgo de que esa deuda sea aprovechada para fomentar el voto a favor del partido en el poder.
Por lo pronto, el país entero vive inmerso en el miedo (sin poder leer a Naomi Klein en su libro sobre la doctrina del shock), con los estudiantes de todo nivel sin clases, los lugares públicos vacíos, la burocracia en receso y la insistencia de que la población se mantenga en sus casas. En estos días, y sin que puedan darse protestas masivas e incluso sin que la mayoría de la gente se entere, han sido aprobadas reformas legales para permitir a la policía intervenir llamadas telefónicas e internet y para legalizar la posesión de dosis mínimas de estupefacientes. Y, en un caldo de cultivo altamente propicio para las especulaciones, se relaciona el inicio de la crisis de la influenza con la visita del presidente Barak Obama, con los intereses de la industria farmacéutica trasnacional, con guerras bacteriológicas y con la necesidad imperiosa del régimen tachado de ilegitimidad de establecer un dominio marcial, así sea induciéndolo mediante un estado médico de excepción.-
Julio Hernández López es el escritor más leído y comentado del diario izquierdista La Jornada, de México, con su columna de análisis político denominada Astillero. En internet (www.astillero.tv) realiza reportajes, entrevistas y comentarios.
La crisis que México vive hoy es más de credibilidad institucional que de salud. Habituado a que sus autoridades practiquen cotidianamente la mentira y la manipulación (el presidente formal del país, Felipe Calderón, sigue siendo acusado de haber llegado al poder mediante fraude electoral), hundido en el horror de una muy discutible "guerra contra el narcotráfico" que ha provocado más de once mil muertes, y atenazado por la catástrofe económica globalizada, México asume a medias el discurso de pánico que su gobierno nacional ha impuesto. Por un lado hay una masa social acrítica que cumple mecánicamente las medidas de prevención que ha implantado el gobierno. Por otro hay segmentos sociales que consideran que el virus y la epidemia de la influenza porcina (luego AH1N1, ahora humano), han sido aprovechados por la administración de Calderón para tratar de evitar una muy anunciada derrota en las elecciones de julio próximo que renovarán una de las cámaras del poder legislativo y varias gubernaturas estatales y para consolidar un estado militarizado de excepción que le permita sortear los crecientes retos de la oposición institucional de izquierda (que ha planteado la necesidad de que su mandato sea revocado) y los aires de rebelión social que el año venidero tendrán una histórica cita de calendario (en 1810 se inició la guerra para independizarse de España y en 1910 la Revolución Mexicana).
La desconfianza de una parte de los ciudadanos proviene no solamente de experiencia sino de la opacidad y mal manejo que el gobierno ha hecho del actual episodio sanitario. Los funcionarios públicos han hecho bajar el número de muertes por la influenza mutante a ocho (al jueves 30 de abril) a pesar de que antes habían hablado de más de centenar y medio y se han negado a aportar datos socioeconómicos y médicos sobre los difuntos. Igual subibaja altamente sospechoso se ha visto en cuanto al material que se comprará (vacunas y antivirales), la cantidad de dinero público que se gastará y el daño económico que finalmente quedará. Un temor extendido es que el gobierno calderonista esté inflando el tamaño del problema médico para justificar el uso de los préstamos externos contratados para enfrentar la crisis económica (que según la justificación original servirían más como "blindaje", pues difícilmente se estaría en la necesidad de ejercerlos), más los específicamente firmados para atender el rubro de la influenza. Los mexicanos saben que el pastel del dinero público siempre ha ido a parar a los bolsillos de los políticos al mando, y en este caso se estima además el riesgo de que esa deuda sea aprovechada para fomentar el voto a favor del partido en el poder.
Por lo pronto, el país entero vive inmerso en el miedo (sin poder leer a Naomi Klein en su libro sobre la doctrina del shock), con los estudiantes de todo nivel sin clases, los lugares públicos vacíos, la burocracia en receso y la insistencia de que la población se mantenga en sus casas. En estos días, y sin que puedan darse protestas masivas e incluso sin que la mayoría de la gente se entere, han sido aprobadas reformas legales para permitir a la policía intervenir llamadas telefónicas e internet y para legalizar la posesión de dosis mínimas de estupefacientes. Y, en un caldo de cultivo altamente propicio para las especulaciones, se relaciona el inicio de la crisis de la influenza con la visita del presidente Barak Obama, con los intereses de la industria farmacéutica trasnacional, con guerras bacteriológicas y con la necesidad imperiosa del régimen tachado de ilegitimidad de establecer un dominio marcial, así sea induciéndolo mediante un estado médico de excepción.-
Julio Hernández López es el escritor más leído y comentado del diario izquierdista La Jornada, de México, con su columna de análisis político denominada Astillero. En internet (www.astillero.tv) realiza reportajes, entrevistas y comentarios.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios.